Capítulo 16 de 20

Con casi un centenar de vacas en una finca cercana me voy despertando. Las noches son super extrañas, algunos días calurosas y otras como hoy, frías. No hay quien acierte con el pijama…

Estos días, hacer las noches así de sencillas hacen que al salir de mi acampada sienta que ha sido solo una breve pausa en el camino.

Continúo con los deberes que dejé ayer, de forma natural sigo buscando los carteles azules que me guían en esta maraña de carreteras de asfalto ondulado y parcheado.

Algo que no puedo dejar pasar pese a haberlo comentado, son los constantes monumentos a la «Great War». Si cada pueblo ha perdido a tantos hombres, está clara la tragedia de la época en el país, en la que 100 años después se sigue recordando. Muchos vehículos llevan una mariposa roja que simboliza el «no os olvidamos», es fácil que muchos sean nietos y nietas.

En otra escala, yo tengo mis «tragedias», que no son más que reparar el pinchazo que tuve hace unos días, no parece que hubiera agarrado bien.

Y que los esfuerzos cada vez más se van pagando. Entre que el camino de hoy no ha sido especialmente variado y que los kilómetros finales parecían una montaña rusa, mi objetivo ha sido acampar pronto y descansar, que aún quedan días.

Por casualidad he llegado a un sitio entre estas colinas en el que veo el mar, así que hoy duermo con vistas.

Vistas al atardecer

Mis vecinas las vacas

¡Bridas! ¡Creo que es por allí!… Creo…

Para un buen gatito cualquier sitio es bueno para descansar

Dado que las cabinas van cayendo en desuso, en algunos lugares las reutilizan como punto de intercambio cultural, en este caso libros

Hoy con la casa y vistas al mar

Una mariquita

Foto poco poética pero real, calentándome los pies al fuego de la cocina