Paseando por la costa (2)

Las vacas la verdad que se portaron por la noche y me han dejado dormir plácidamente, que majas ellas.

Como lo que es (y será) habitual en la costa, bajo de las colinas para continuar la ruta.

De Brighton en adelante paso de estar en llano a tener largas subidas y bajadas. No son de gran dificultad, pero acumulando kilómetros se notan. Me cruza un viajero de larga distancia, el primero que veo. Luego hablaré de él.

Estos pequeños ascensos vienen justificados por los abruptos acantilados que se alargan hasta donde se pierde la vista.

Paro a comer y disfruto de ellos. Solo oía a las gaviotas. Nada de coches, nada de ruidos.

Allí un hombre me da agua, y me cuenta que su hija está pedaleando por Indonesia. Sin duda todo un orgullo.

Las carreteras aquí están saturadas de tráfico y encima no tienen arcén… Por fortuna voy avanzando en la vía nacional de bici número 2 cuando puedo, que espero que me lleve a Londres o al menos me acerque.

El ciclista que ví antes, me lo vuelvo a encontrar, era algo que tarde o temprano volvería a pasar. Se llama Marco y está cruzando de Escocia a Alemania. Y de tantas cosas en común que pueden tener dos personas viajeras, se une el odio común al tráfico local.

Tratando de evitar subir mas altibajos de la costa (con 80km ya dejan de apetecer), me meto al interior para buscar dónde dormir hoy.

Tras vueltas, incluyendo empujar la bici casi 1km en unas rampas duras, acabo viendo una campa digna de ser mi hogar.

«Private access». Eso dice el cartel y como preguntar no cuesta, pregunto a los vecinos. Efectivamente no se puede pero por contra me ofrecen su terreno.

A veces nos alejamos demasiado de nuestro entorno, y con buenas palabras y educación, lo más probable es que la gente ponga de su parte.

¡No todos los días una persona viajera duerme en tus tierras!